La diferencia entre amor y egoísmo empieza dentro de ti

“Si te amas a ti mismo, amas a todos los demás como a ti mismo. Mientras ames a otra persona menos que a ti mismo, no lograrás realmente amarte, pero si amas a todos por igual, incluyéndote a ti, los amarás como una sola persona y esa persona es a la vez Dios y el Hombre. Así pues, es una persona grande y virtuosa la que amándose a sí misma, ama igual a todos los demás”
-Meister Johann Eckhart

Generalmente se piensa que amar a los demás es una virtud y amarse a sí mismo es un pecado; se supone que el amor a sí mismo es sinónimo de egoísmo y que, por lo tanto, mientras más se ame una persona a sí misma menos se ama a los demás. Pero ¿amor a sí mismo y egoísmo son lo mismo?

Sabemos que el amor es una capacidad, constituye una expresión de la productividad personal, una persona que ha desarrollado la capacidad de amar tiene en su interior una fuente de agua viva que está produciendo continuamente amor, nunca le falta amor para dar y siempre tiene amor para satisfacer sus propias necesidades afectivas.

Egoísmo y amor

El amor es respeto, atención, cuidado y responsabilidad; una persona capaz de atender las necesidades de su prójimo, respetarlo, cuidarlo y responsabilizarse por él, es también una persona capaz de hacerse responsable de sí mismo, cuidar y atender las propias necesidades, así como de respetarse a sí mismo.

En resumen, si se tienen desarrolladas estas capacidades, ellas se aplican tanto a los demás como a sí mismo. Por lo tanto no se puede dividir y enfrentar como opuesto el amor a sí mismo con el amor a los demás. El amor a sí mismo y el amor a nuestros semejantes son uno, constituyen diferentes expresiones de la misma capacidad de amar.

El mandamiento bíblico “ama a tu prójimo como a ti mismo” nos indica que el amor a sí mismo está inseparablemente unido al amor a los otros seres.

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Por el contrario, la persona que ha desarrollado poco la capacidad de amar tiene una fuente seca en su interior, para ella el amor escasea tanto hacia los demás como para sí. El egoísmo es precisamente la poca capacidad de amar, tanto el poco afecto a los demás como la falta de amor a sí mismo.

El egoísta no se quiere, no se valora, tiene una pobre imagen de sí mismo, se siente pobre de afecto y como siente que no tiene, se restringe y restringe a los otros. Al no quererse y no valorarse a sí mismo, siente un gran vacío interior, necesita imperiosamente llenar ese agujero con cosas externas. Necesita llenarse de cosas, tomar todo para sí, lograr todos los reconocimientos y aplausos, trata de esa manera de sentirse pleno y satisfecho, pero en realidad nunca logra la plenitud, siempre desea algo más, porque por más cosas que posea, por más poder que alcance, por más reconocimientos que logra, nada puede compensar lo poco que se quiere a sí mismo, nada exterior puede levantar su caída autoimagen.

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El origen del egoísmo

Un niño nace egocentrista. Sólo se preocupa de sí mismo. A través del amor a la madre y de los que lo rodean, comienza a desarrollar una apertura de interés hacia los demás.

Si este proceso es inhibido por una experiencia traumatizante o sistemáticamente no gratificante, el niño bloquea su desarrollo o capacidad de amor. Esta situación de distanciamiento con los demás le genera angustia, tratando de superarla vuelca todo su interés y dedicación hacia sí mismo derivando en un egoísmo o narcisismo secundario. El narcisismo primario es el egocentrismo natural que el bebé posee al nacer.

El desarrollo incompleto de la personalidad del niño producto de una insuficiente recepción de amor, le genera una inseguridad básica, esta inseguridad es la base del egoísmo. Si el niño logra trascender este estado y sentir genuino interés por los otros aprende a amar.

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¿Qué es verdaderamente el egoísmo?

La excesiva preocupación por sí mismo que exhibe el egoísta no es indicio de mucho amor por sí mismo, sino todo lo contrario, indica falta de amor verdadero y real aprecio hacia sí mismo.

“La persona egoísta sólo se interesa por sí misma, desea todo para sí misma, no siente placer en dar, sino únicamente en tomar. Considera al mundo exterior sólo desde el punto de vista de lo que puede obtener de él; carece de interés en las necesidades ajenas y de respeto por la dignidad e integridad de los demás. No ve más que a sí misma, juzga a todos según su utilidad; es básicamente incapaz de amar. ¿No prueba eso que la preocupación por los demás y por uno mismo son alternativas inevitables? Sería así si el egoísmo y el autoamor fueran idénticos. Pero tal suposición es precisamente la falacia que ha llevado a tantas conclusiones erróneas con respecto a nuestros problemas.

El egoísmo y el amor a sí mismo, lejos de ser idénticos son realmente opuestos. El individuo egoísta no se ama demasiado, sino muy poco; en realidad, se odia. Tal falta de cariño y cuidado por sí mismo, que no es sino la expresión de su falta de productividad, lo deja vacío y frustrado.

Se siente necesariamente infeliz y ansiosamente preocupado por arrancar a la vida, las satisfacciones que él mismo se impide obtener. Parece preocuparse demasiado por sí mismo, pero en realidad sólo disimula un intento para compensar su incapacidad de cuidar su verdadero ser… Es verdad que las personas egoístas son incapaces de amar a los demás, pero tampoco pueden amarse a sí mismas”

Erich Frömm. El arte de amar.

El camino para amarse a uno mismo empieza aprendiendo a conocerse, las respuestas están en tu interior, descúbrelo aquí:

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