¿Quién soy?: La integración de cosas que no reconozco

El aspecto de individuación progresiva -que acompaña la fase de maduración hasta la edad adulta- consiste en un proceso psicológico, interno, relacionado con la conformación del propio ego o yo personal. El ego puede describirse como una cristalización del plasma psíquico. Es decir, como un núcleo mental cuya frontera la define y traza el individuo en el curso de su vida, a medida en que va tomando conciencia de sí mismo y va precisando su propia identidad. En otras palabras, lo va delimitando conforme se va respondiendo la pregunta: «¿quién soy?».

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A ella contesta la persona estableciendo una frontera entre aquello con lo cual se identifica, y aquello con lo que no. Ken Wilber sostiene que cuando uno responde a la pregunta «¿quién soy?». Lo que en realidad hace, a sabiendas o no, «es trazar una línea o límite mental que atraviesa en su totalidad el campo de la experiencia. A todo lo que queda dentro de ese límite lo percibe como “yo mismo” o lo llama así, mientras siente que todo lo que está  por fuera del límite queda excluido del “yo mismo”. En otras palabras, nuestra identidad depende totalmente del lugar por donde pasemos la línea limítrofe». De hecho, la frontera puede modificarse, y eso es lo que muchas veces realiza la persona mientras va madurando, hasta dejar estructurado, de un modo más o menos estable, lo que él considera que es su yo o su ego.

Autorrealización e integración cósmica

El ego constituye un núcleo personal desde el cual el individuo interactúa con el entorno. Sin este núcleo, por ejemplo, la persona no puede definir y afianzar cabalmente un eje de vida propio, dado que no le es posible asignarse a sí misma una misión de vida sin haber configurado una identidad propia y sin haber alcanzado una conciencia de su propia historicidad; conciencia que, a su vez, no se adquiere sino hasta cuando la persona se percata de su permanencia y de su proyección en el tiempo.

Un individuo no puede asumir lúcidamente una responsabilidad si no tiene conciencia de su propio ego personal:
Ego cuya consolidación se va produciendo a medida en que la persona va adquiriendo conciencia de su responsabilidad sobre sí misma.

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La identificación con ese ego le permite operar sobre sus propios pensamientos, sus emociones y su organismo o cuerpo físico. Ahora bien, ese proceso de adquisición de una conciencia de la propia individualidad se halla estrechamente vinculado a un progresivo conocimiento de sí mismo.

La culminación de ese movimiento de individuación progresiva que conduce a la cristalización de un yo personal no es, sin embargo, garantía alguna de acceso a una completa o absoluta realización. Como lo ha advertido Erich Fromm, es precisamente en el momento en que el hombre concluye su proceso de individuación cuando alcanza la conciencia plena de su separatividad, de su separación frente al entorno, y de su soledad y aislamiento.

El otro y yo

Es en este nivel del desarrollo cuando el «otro», esto es, el entorno social y natural, se convierten en una amenaza potencial. Aquí aflora de un modo más sensible el miedo a la muerte y un cierto nivel de angustia existencial. Puede ocurrir, también, que la persona «construya» una imagen de sí misma enajenando partes importantes de su psique, lo que la lleva a sentirse aún más escindida, separada del mundo, y angustiada por la necesidad de mantener una imagen demasiado limitada o restringida –y a menudo inexacta- de sí misma.

Esto ocurre por ejemplo, cuando el individuo excluye o niega de su ego todo aquello que no acepta de sí mismo:

Rasgos físicos, actitudes, comportamientos, sentimientos, pulsiones e impulsos básicos, carencias emocionales o afectivas, etc., relegando todo este equipaje al inconsciente o a lo que Jung ha llamado «la sombra».

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Desde luego, la negación de todos estos aspectos en modo alguno elimina su existencia. Por lo que entran a hacer parte de un sótano oscuro de la personalidad, de un ego enajenado que, tarde o temprano, la persona necesita recuperar para reconciliarse consigo misma.

El rescate e integración de las distintas instancias negadas, separadas o marginadas del sí mismo. Es una tarea necesaria para que la persona logre alcanzar un estadio de relativa plenitud, y la realización de este proceso forma parte del itinerario que ha de seguir todo ser humano para liberar su tendencia actualizante  y darle un curso consciente a la misma.

Fuente: “¿Quién soy?” de Ken Wilber

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